Representa la Palabra inspirada de Dios (2 Ti. 3:16-17) y la fuente verdadera de toda doctrina cristiana; que es inerrante (Sal. 12:6; 119:140; Pr. 30:5) e infalible (2 Ti. 3:16-17) en sus 66 libros canónicos.

Que sus cualidades se derivan de que Dios es quien imparte las Escrituras, lo cual garantiza su divinidad en su origen y en sus escritos originales.

El hombre puede verdaderamente conocer a Dios, pero no de forma exhaustiva. (1 Co. 2:11; Sal. 145:3)

Como resultado del amor de Dios por la humanidad (Jn. 3:16) descendió del cielo y se encarnó en la Virgen María viviendo una vida sin intachable. Por nuestras iniquidades el fue crucificado muriendo en un madero; sin embargo, resucitó al tercer día y subió al cielo volviéndose el Redentor prometido (Job 19:25-27; Gá. 3:13) quién ahora es nuestro único mediador con el Padre.

Él es la piedra angular (Hch. 4:11; Ef. 2:20) de la Iglesia y de nuevo vendrá en gloría para juzgar a vivos y muertos estableciendo su Reino triunfante eternamente (1 Co. 15:24; Ap. 11:15)

Es quien forma a la iglesia, el cuerpo de Cristo (1 Co. 12:11)

Ambos géneros tienen roles distintos más un valor igualitario delante de Dios. Al ser el Hombre Imago Dei, se reconoce la dignidad humana y su valor independientemente de sus facultades físicas y mentales de toda tribu, lengua y nación. Que, por causa de Adán y Eva al rebelarse contra Dios, la creación cayó bajo maldición y llevando al Hombre a un estado de muerte espiritual, física y eterna (Gn. 3:7). Por el pecado, la relación perfecta con Dios se rompió volviéndose sus enemigos y acarreando ira para el día del juicio (Ro. 1:18)

Más Dios en su inefable amor no dejó que el Hombre se hundiera en su pecado trayendo por promesa a su Redentor que es Cristo Jesús (Gn. 3:15).

Está conformada por aquellos que han sido liberados por Dios de su esclavitud al pecado y ahora son salvos por medio de la fe en Jesucristo (1 Ts 2:12; 2 Ti 1:9).

Siendo Cristo la Cabeza de la iglesia, ha provisto líderes piadosos para su pueblo (1 Ts. 5:12-13; 1 Co. 12:28) de los cuáles los apóstoles y profetas edificaron los fundamentos en las primeras fases de la historia de la iglesia (Ef 2:20). En cuanto a los evangelistas y pastores-maestros, han continuado la edificación sobre los fundamentos mediante la proclamación del Evangelio (1 Ti. 4:1-5).

Las iglesias locales son lideradas por hombres piadosos conformando los oficios pastorales y diaconales (1 Ti. 3:1-13) juntamente con mujeres en sus respectivos roles
dentro de la iglesia dignos de honor (Tito 2:3-5).